lanzadera
el invitado vomita en la acera
no es una buena foto de la novia en lencería
cortejando a sus futuros cuñados
sonriendo para no mojarse
con tanto cotillón desperdigado
el novio impávido y ajeno
desconoce la humedad que acuna su prometida
que abre su capa y le muestra
la credencial de la muerte
mueve sus plumas , el comisario travesti
y todos ríen en medio de la lanzadera
las brasas de achuras
aún fluyen
en esta ceremonia de sombreritos quemados
leyenda urbana
el arroz frío de la boda se
entierra en la caries
displicente
como el lodo inerme de la moda anfibia
el arroz frío cocido en metal y óxido
se vuelve escatológico
como un residuo en la madrugada
la penuria siniestra de cinco abortos anteriores
y un indigerible fardo de pretéritas esperanzas
subyacen en la ignorancia del novio
como una leyenda urbana
partículas de una boda
el vestido de la novia
llenó de sangre el artificio ocular
secular de acústico vestigio
la resonancia de cristales rotos
el vidrio del blanco
desparramado en una aurícula
curricular, circular fiebre
de sidra vencida en un zapato
taco austero que complace la liga
que en la mano del novio simula una atadura
porque siempre seremos
partículas de una boda
oda
oda a mi boda
a mi novia anoréxica
a mi suegra bulímica
al boludo del hijo de su ex esposo
a la puta de la tía que rehúsa de los mingitorios
a la cogida que padece la prima del campo
en la oscuridad del patio
oda al viento helado
que se regodea con los huesos fríos
los cubitos de tang hacen rechinar
todo intento de poesía
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